A nuestro amigo le pareció que aquella rima estaba incompleta, así que mientras los duendes cantaban se ocurrió completar su copla diciendo: "¡jueves y viernes y sábado, seis!".
Al escuchar esto, los duendes comenzaron a buscar quien había dicho tal cosa; al encontrar al leñador, le agradecieron por tan ingeniosa manera de completar su ronda, le regalaron un saco lleno de monedas de oro y joyas, hicieron un banquete y le invitaron a quedarse con ellos a celebrar bailando y cantando toda la noche: "¡lunes y martes y miércoles, tres!, ¡jueves y viernes y sábado, seis!".
A regresar por la mañana a su casa, el hermano le preguntó dónde había estado toda la noche, y el le platicó todo con lujo de detalles, lo cual hizo que su hermano se llenara de envidia.
Al anochecer, el leñador envidioso salió al bosque en busca de los duendes; no tardó mucho en encontrar al grupo, quienes bailaban alegremente cantando: "¡lunes y martes y miércoles, tres!, ¡jueves y viernes y sábado, seis!", y entonces al hombre se le ocurrió completar gritando: "¡Y domingo siete!".
Los duendes al oír aquello, empezaron a buscar al leñador y al encontrar al responsable estaban tan furiosos con él que en lugar de premiarlo le propinaron una paliza por echarles a perder su armoniosa rima."
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