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El niño se enfadó y se fue a su habitación. Su
padre le dijo a su madre María: ¡Ay!, se quiere pedir casi una tienda entera, y
su habitación está llena de juguetes...
María dijo que sí con la cabeza. El niño dijo con
la voz baja: Es verdad lo que ha dicho mamá, debo de hacerles caso, soy muy
malo.
Llegó la hora de ir al colegio y dijo la
profesora: Vamos a ver, Jorge, dinos cuántas cosas has pedido. Y dijo
bajito: Veinticinco.
La profesora se calló y no dijo nada pero cuando
terminó la clase todos se fueron y la señorita le dijo a Jorge que no tenía que
pedir tanto. Entonces Jorge decidió cambiar la carta que había escrito y
pedirse cinco cosas, en lugar de 25. Cuando se lo contó a sus padres, éstos
pensaron que no estaba mal el cambio y le preguntaron que si el resto de
regalos que había pedido los iba a compartir con sus amigos. Jorge dijo: No,
porque son míos y no los quiero compartir.
Después de rectificar la carta a los Reyes de
Oriente llegó el momento de ir a comprar el árbol de Navidad y el Nacimiento. Pero
cuando llegaron a la tienda, estaba agotada la decoración navideña. Ante esto,
Jorge vio una estrella desde la ventana del coche y rezó: Ya sé que no rezo
mucho, perdón, pero quiero encontrar un Nacimiento y un árbol de Navidad.
De pronto se les paró el coche, se bajaron, y se
les apareció un ángel que dijo a Jorge: Has sido muy bueno en quitar cosas de
la lista así que os daré lo que pediste, miren en el maletero. Mientras el ángel se fue. Juan dijo:
¡Eh, muchas gracias! Pero, ¿qué pasa con el coche? Y dijo la madre: ¡Ya funciona! ¡Se ha encendido solo! Y el padre dio las gracias de nuevo.
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La madre de Jorge hizo el chocolate y pasteles para los niños. Todos fueron
muy felices.
Y colorín, colorado, este cuento acabado.
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